Morcinea

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Existe un tiempo al que siempre vuelvo para alimentar mi creación;

el patio de la casa en Bogotá donde viví mi niñez...

una pequeña selva llena de animales,

de árboles y juguetes.  

Es siempre la añoranza de ese tiempo que no vuelve,

pero que se convierte en el origen de la forma

como aprecio el mundo. 

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Mi trabajo es un constante ir y venir entre el mundo de ensoñacion y perfección de aquello que llamamos naturaleza,  ese lugar que no se habita, sino se contempla y se pierde en nuestras subjetividades.

Y se aprecia y denomina por los nombres e imagenes

que nos enseña la ciencia.